Carnavales

Antiguamente se celebraba con ellas el advenimiento del año nuevo (para que este fuese favorable) o la entra¬da de la primavera, que simboliza el renacimiento de la naturaleza. En efecto en primavera, en Grecia, en el Imperio Romano, en los países teutónicos y en los celtas, se hacían procesiones en que se paseaba un barco con ruedas (carrus novalis) y que eran constituidos por mascaradas que ejecutaban sobre el carro danzas pro¬miscuas, canciones de sátira sarcástica y obscena, fies¬tas dionisíacas. Las fiestas de Carnaval en esta Provincia tiene tres formas sui-géneris: el juego colectivo entre barrios, el cilulo y el juego del gallo. Describiremos el primero: Para esta oportunidad el pueblo se ha dividido en dos barrios. La línea recta de la Casa del Correo al Bar Héctor Vásquez es la divisoria. El barrio de Cajabamba comprende de esta línea hasta la poza; y el de San José de la misma línea hasta el estadio. Cada partido hace flamear su banderín; rojo el de San José, verde el de Cajabamba. Corren por las calles sacando “cupo” (material de carnaval). Tropel de pasos y voces ¡VIVA LO COLORAU! y sigue la desenfre¬nada carrera. ¡Viva lo verde! y se han encontrado en la plaza. Se desencadena el juego, agua de anilina del color del partido, arrojada en “jeringas” de lata al em¬puje del “hisopo”; en globos con polvo de color, etc. Masa contra masa de hombres y niños. Un choque furibundo de emoción carnavalera, que tantas veces se trueca en bizarra pelea. Han roto la bandera opuesta. Han salido victoriosos, han ganado y se embriagan en sus laureles de alegría y contento.

Cuando la Reina ha sido nombrada de uno de los ba¬rrios; en el corzo, en el desfile, la acompañan, la escol¬ie tan sus hombres del barrio, no permitiendo a los del opuesto lucir sus banderines. El último día de carnaval o sea el martes, se en tierra al carnavalón, el que siempre sale del barrio de Cajabamba. Lo acompaña el color verde. Esto es una al¬ternativa para el perdedor, ya que el lugar de entierro es el estadio que está en el de San José. Quemado el carnavalón, comienza el juego con más animación. Llámase cilulo a un árbol que plantan a propósito, ador¬nado “vestido” con frutas, serpentinas, globos, polvos, pomos de olor, pañuelos de diversos colores, etc. Todos los barrios para esta época “paran” su cilulo en la plaza principal, en las casas particulares y en el cam¬po. Comienza el baile alrededor del árbol, al compás de la flauta, la caja, y cantando: Con un machete dan golpes en afán de cortar el palo. El resto sigue cantando en rueda: Dicen que me han de matar, cilulo Por esta calle pa’rriba cilulo Sucesivamente van saliendo todas las parejas. Al fin va cayendo el árbol junto con la voz arrebatada; Cilulitó, cilulitó cilulitó, ciluló Cilulito, cilulito cílulito, ciluló

La gente se apelotona, se confunden en el ramaje del árbol, las manos son otros tantos adornos que van tras los juguetes y chucherías. El resto aprovecha del instante y comienza el juego con agua, anilinas, polvos, etc. La pareja que tumbó el palo queda de mayordomo para el próximo año, es decir, tienen la obligación de volver a parar el cilulo vestido. El Juego del Callo se hace la invitación respectiva a las personas ami¬gas de la casa al baile. Cuando éste va decayendo; cuando las caras comienzan a verse cansadas o el bostezo de la vieja cuidadora de su niña se ha repetido y comienza a contagiar a los demás, surge el “ya es hora” vamos a poner el gallo. Unas veces abren un hueco en el suelo. Entierran al gallo, dejándole al descubierto tan solo la cabeza. Otras veces, y es lo más común, cuelgan al gallo metido en una canasta chambuquina de carrizo adornada de globos y seperntinas quedando así en medio del salón o la calle. Comienza el baile, al son del cilulo, formando rueda. Entran al ruedo en pareja que la vendan, portan un palo con el que tratan de golpear la cabeza del gallo. A una se le ha ido la mano y de un feroz golpe ha doblado el animal la cabeza. Ha muerto. Y esta pareja que mató el gallo “que¬da” para ponerlo el próximo año.